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Me encuentro en la biblioteca de mi casa. Una amplia biblioteca, llena de anaqueles con libros modernos, antiguos, de historia, de novelas. Paso mi fina y blanca mano sobre las molduras del sillón antiguo de cuero que descansa frente a la chimenea; pareciera como que estuviese esperando a que alguien lo tomara en cuenta y se sentara a disfrutar de todo aquel mundo completo de literatura.

Suspiro sonriendo enigmáticamente. Han llegado noticias que los Aurores han hallado el cuerpo de “El Heredero”. “Han tardado mucho en hacerlo” pienso, mientras respondo a la silenciosa invitación del sillón.

Enciendo la chimenea con un hechizo no verbal y sus llamas iluminan la estancia. No puedo evitar volver mi vista hacia el cuadro que descansa sobre la repisa. Una hermosa mujer de largos cabellos negros recogido en un moño, mostraba su beldad ataviada en un elegante traje de noche color plata. Su cabeza se movía al tiempo que su mirada tierna se dirigía a mí.

“Siempre fuiste preciosa Madre” digo convencida. Ella había muerto cuando yo apenas entraba a la adolescencia. Fue un golpe duro para mi familia y lo era más porque junto con ella, había muerto también mi hermano no nato. El niño al que esperaban con gran esperanza de continuar el linaje de sangre pura en el Mundo Mágico y linaje Noble en el Mundo Muggle.

Sólo quedamos mi Padre y yo. Pero él, como buen aristócrata, ocultaba esta pérdida. Ese verano, me encontraba en la Mansión pasando mis vacaciones. Era un gran cambio de pasar del helado y frio ambiente de Durmstrang a la calidez de mi hogar. A pesar de todo, si. Si tenía un hogar cálido. Aunque a veces, demasiado para mi gusto.

Con un movimiento de mi mano izquierda, acerqué un libro de pociones de uno de los libreros. Siempre me gustó esa materia. De hecho, he de decir que era la mejor de mi curso en esa área. Lo único que lamentaba de no haber acudido a Hogwarts era no haber conocido al famoso Profesor Severus Snape.

Mis ojos grises se iluminaron al releer la dedicatoria de aquel libro: “Para ti, mi hija experta en pócimas. Porque en tus manos podría estar el destino de una o muchas personas. Mommy”. Mis yemas acarician esa gastada página.  Ya habían pasado 10 años desde su partida y esa calidez que a veces me ahogaba, se había ido con ella.

Cierro las negras tapas y lo coloco en la mesa que había al lado derecho, en donde mi Padre, Sir Alberth Overon, horas antes dejara una copia de El Profeta. Lo tomo con curiosidad y una foto del Jefe de Aurores, Harry Potter, intentaba entre los flashes dar declaraciones acerca de ciertas muertes de mugles que recientemente habían ocurrido.

Pobre. Se nota que lo suyo no es hablar en público. ¡Cómo perdían el tiempo tratando de resolver crímenes de esa índole! Estoy segura que hay cosas más importantes que perseguir, pero a la larga… eso es lo mejor.

Esbozo media sonrisa y cruzo mis largas piernas, enfundadas en unas altas botas negras. Apoyo mis codos en las braceras de cuero y miro analíticamente hacia las llamas de la chimenea. ¿Cómo nos afecta que Harry Potter esté investigando estos sucesos? ¿Qué tanto sabrá al respecto?

-Pienso que es tiempo de hacer una pequeña visita al Londres Mágico, no crees Mommy? – Digo con ironía mientras observo como el rostro de mi madre se torna preocupado y su mirada pasa de tierna a asustada.

Me levanto del sillón y me acerco al cuadro acariciando su marco.
-No tienes por qué preocuparte, Mommy. No hay nada malo en eso. Así aprovecho y hago…ciertas compras – Murmuro tranquilizadora. Claro que serian compras especiales.

Guiño el ojo izquierdo, gesto muy característico en mí, y con parsimonia me separo del lienzo. Ya casi es hora. Debo prepararme. Hay invitados muy especiales de mi padre y debo estar a la altura.

Abro la puerta de la biblioteca, no sin antes volver mi rostro que refleja una expresión de que un plan se ha creado.

-Adiós… Mommy- y cierro la puerta.

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