Todo nace y todo muere, incluso aquello que nunca ha estado vivo.
Esta carta está naciendo en este momento, está surgiendo de la tinta que la concibe y de la pluma que le da vida. Pero nunca estará viva.
¿Alguna vez te has preguntado cuál es la misión de las palabras? Las palabras lo son todo en nuestra vida. Todo está hecho de palabras. Las muertes se anuncian con palabras, la vida comienza con una palabra, el matrimonio se afianza con una palabra... Todo se basa en palabras, incluso nosotros somos palabras, nuestros nombres y apellidos, lo que la gente dice de nosotros, lo que nosotros contamos que somos. Pero las palabras carecen de sentido si no son escuchadas.
Este papel sostendrá ahora un puñado de palabras muertas. Muertas porque jamás llegarán a vivir, pues ninguna palabra que no es escuchada puede considerarse viva, aunque haya nacido en el papel en el que seguirá muerta.
Si leyeras esto te preguntarías... ¿Quién será aquél que da vida a palabras muertas para que jamás vivan? ¿Qué clase de ser humano sin sentimientos puede ser tan cruel como para condenar estas palabras a muerte? Solo tú podrías darles sentido y vida, de leerlas, pues una palabra escrita es una palabra que ha nacido pero que todavía no ha vivido hasta que unos ojos no las den vida con el beso de tu mirada... estas palabras serán como esa princesa del cuento que permanece en sueño eterno hasta que un beso de amor la despierta. Pero tú jamás las verás, y jamás las despertarás, y aquí permanecerán por siempre, en un limbo de papel, pendiendo del hilo del olvido, muriendo lentamente hasta ser nada.
Llámame cobarde. Lo soy y lo admito. Lo sé. Pero es que tú eres tan grande y yo tan pequeño, es que tú eres tan irreal y yo tan ordinario, tú eres tan celestial y yo tan mundano, que no tengo valor ante ti ni hay manera de que pueda encontrarlo.
Estás en mis sueños y en mi mente, de ahí no te vas ni te irás nunca, pero no puedo alcanzar el valor para pedirte que estés también en mi vida. Y por eso escribo estas carta. Otra carta más condenada a una caja de puros hechizada para que no tenga fondo, conteniendo aquellas palabras que nacieron para el silencio.
Palabras que murieron antes de nacer, porque nunca llegaron a vivir.
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