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Era ya invierno, la segunda guerra mágica había pasado. El castillo había vuelto a la normalidad, pero siempre quedaba el recuerdo de aquellos que se habían ido. En cada lugar, en cada esquina, todos recordaban lo que habían visto esa noche.
En ese año tan trágico para todos, Bastiaan había perdido a sus padres, su casa, su vida como él la conocía. Una noche en que los mortífagos habían entrado en su casa para eliminarlo, y en el camino se llevaron, sin respeto, la vida de sus padres. Hace un año que Bastiaan estaba por su cuenta. Con la ayuda de algunos amigos, había conseguido un trabajo en Honeydukes, y el dueño del local lo dejaba dormir en el depósito a cambio de que trabajase tiempo completo. No se podía quejar.
Era día de excursión a Hogsmeade, y  Bastiaan lo sabía bien. Esperaba siempre esos días los tenía todos anotados en su calendario, porque eran una nueva oportunidad para él. Era fin de semana, Bastiaan trabaja arduamente. Torrentes de alumnos llegaban a la tienda pidiendo todo lo que se les cruzaba frente a ellos, y lo que el bolsillo les dejaba tener.
A eso de las siete y media de la tarde del día Domingo ya todo se había calmado, todo salvo el constante latir de su corazón, que esperaba ver pasar por esa puerta a alguien que no había venido. Ya no tenía esperanzas, y sabía que tenía que esperar una semana más para ver si la próxima semana ella llegaba.
Pero en ese momento en que el corazón de Bastiaan se estaba dando por vencido, sonó la campanilla de la puerta, y entro ella. Con su hermosa cabellera color oro alborotada por el viento de la calle, con un poco de nieve sobre su abrigo, con su elegancia de siempre. Con esos ojos color cielo que a Bastiaan deslumbraron, un día hace mucho tiempo en uno de los pasillos del colegio.
Bastiaan comenzó a sentir como su corazón latía con fuerza, tanto que estaba seguro que alguien que se parara a su lado podría escucharlo. Sintió como sus manos comenzaban a humedecer de los nervios. Ella era perfecta para él, tanto lo era que estaba seguro de que no tenía ni una chance de que ella lo notara. Ademas era un Gryffindor y ella una Slytherin, no había mucho mas que hablar. 

Ella con su elegante andar, caminaba por la tienda. Simulaba pensar su pedido, aunque ya había notado que Bastiaan lo estaba armando, ya que lo sabía de memoria. Cuando se aseguró de que Bastiaan no la miraba, dejó escapar una pequeña sonrisa. El chico le gustaba, pero tenía miedo de lo que él podía pensar de ella por causa de su familia. Su familia era una reconocida familia Slytherin, de esas que te ponen los pelos de punta al saber su historia, y los secretos que tienen. De esas que estuvieron del lado del Señor tenebroso, aunque siempre muy inteligentes para no ensuciarse las manos ellos para no quedar pegados. El punto era, su familia odiaba a los sangre sucia, y Bastiaan era uno de ellos.
Luego de dar un par de vueltas por la tienda admirando a Bastiaan, la chica que acercó al mostrador y le dijo el pedido, a sabiendas de que él ya lo tenía listo. Con las manos temblorosas, Bastiaan puso la bolsa sobre el mostrador y le dijo el valor de lo que se llevaba. La chica sacó su monedero y le pago. Tomó su bolsa, y luego de dedicarle una sonrisa, dio media vuelta y comenzó su camino hacia la puerta del local.
Bastiaan comenzó a ponerse mas nervioso. Quería hablarle, pero no sabía de que, nada se le venía a la cabeza en ese momento, creo que a nadie se le viene nada a la cabeza en esos momentos. Finalmente dijo lo primero que se le vino a la cabeza:
-Disculpa - Salió de atrás del mostrador con un Sickle en la mano- Te he cobrado de más.-Dejó el Sickle en la mano de la chica, aunque era mentira y sabía que debería poner ese dinero de su paga mensual-
Oh! Gracias -Dijo la chica con una sonrisa, de esas que les daba a sus amigas, esas que a Bastiaan lo ponían medio tonto. 
-Soy Bastiaan, por cierto. Bastiaan Popp.-Dijo haciendo otra vez muestra de su increíble forma de hacer el ridículo frente a ella.
La chica le estrechó la mano, otra vez con una de esas sonrisas y dijo:-Un gusto Bastiaan, soy Alana. Alana Urquhart.-
Alana salió finalmente del local, y Bastiaan, embobado, volvió a sentarse en su lugar, esperando que se haga la hora de cerrar. 

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