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     Dicen que se le puede tener miedo al propio miedo, que el miedo va más allá de cualquier miedo y que cualquier miedo puede ser el propio miedo. Hay veces en las que creo que es cierto, que no hay mayor miedo que el propio miedo y otras en cambio difiero. Era un muchacho común y corriente, rebelde y de gran autoestima al igual que ahora pero algo cambió en mí cuando descubrí cual era mi Boggart. Un ser cambiante que se muestra ante los ojos de quien le ve como su mayor temor. Estaba solo en una de las habitaciones de “El Caldero Chorreante” pues allí me habían dejado mis padres en mi tercer año para ir a ultimar las compras de última hora. Estaba sentado en mi escritorio escribiendo una carta para Albus cuando mi recordadora resbaló y tras caer al suelo rodó hasta meterse debajo de la cama. Dejé la pluma a un lado del pergamino en el cual redactaba mi carta y me puse de pie, caminé hasta mi cama y al acuclillarme para recoger mi recordadora algo salió de debajo de esta. Me eché hacia detrás asustado hasta chocar contra la pared y entonces lo vi... Sombras difusas que se movían serpenteantes haciendo el amor entre sí, oscuras más incluso que la oscuridad. Una neblina muy tupida las envolvía haciéndolas aún más escalofriantes si cabe. Me quedé inmóvil horrizado observando la siniestra escena y cerré los ojos fuertemente para dejar de verlo. Pero aquella figura de extrañas sombras seguía frente a mí. Escuché la puerta abrirse y la voz de mi padre:
-¡Scorpius! -Gritó llamándome y yo abrí los ojos sólo para correr hasta él. En aquel momento dejé de ver aquella terrible sombra la cual cambió de forma para convertirse en el peor miedo de mi padre.



   En ese momento comprendí algo: nuestros miedos es lo peor a lo que podemos llegar a enfrentarnos. El miedo convierte en débil al valiente, en valiente al débil, en vulnerable al invulnerable... El miedo, es eso que nos roba el aliento sin avisarnos, eso que nos impide dormir en las noches, eso que convierte en pesadillas nuestros mejores sueños. El miedo es eso que mora en el corazón de todo hombre, pues no hay hombre que no tema o miedo que se deje vencer por el hombre.
   Aquel día me di cuenta de que mi Boggart era distinto al del resto de hombres por lo que yo y el resto de conocidos y profesores sólo llegamos a una conclusión: que mi mayor miedo es el propio miedo, que no hay nada a lo que le tema más que al miedo, y que mi mayor temor es el miedo a tener miedo.

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