Las palabras enmudecen en mi garganta, prófugas de mis labios se arrastran sobre la superficie de un pergamino en blanco pidiendo auxilio. Auxilio... Las palabras a veces también necesitan consuelo, un consuelo sordo que no las escuche, un consuelo mudo que no las pronuncie, un consuelo ciego que no pueda mirarlas. Las palabras concebidas en mi mente, nacidas de las entrañas de mi garganta mueren en mis labios para desplomarse sobre el papel en el que son alumbradas. Las palabras también pueden morir y las mías lo hacen cada vez que mis manos las alumbran convirtiéndolas en tinta. Se arrastran sobre el pergamino que las da cobijo en su aspereza y sepultura eterna en su ataúd. El pergamino en el que escribo es un cementerio de palabras. Tomo la voz muda de mi garganta para enterrarla en el papel, cada palabra es un ataúd dentro de su propio ataúd, cada frase es una plegaria, cada pergamino un cementerio... Palabras que dormitarán en la oscuridad eterna de un cementerio naciente de mi propia imaginación... Después de todo las palabras no son más que oscuridad... Oscuridad porque en la oscuridad de nuestra mente se conciben para ser paridas después por nuestros labios, al igual que los seres vivos muchas de ellas mueren antes de llegar a concebirse, otras antes de nacer y otras muchas mueren con el correr de los años para ser enterradas en el pergamino que hará de ellas su cementerio. Tres solitarias líneas escritas sobre un pergamino una vez más:
"Espejo: Tras el cristal escondes mi mundo, tras mi mundo se haya mi vida, tras mi vida das cobijo a mi tiempo, tras mi tiempo está tu cristal y tras el cristal de nuevo mi mundo. Espejo que en silencio vives y en silencio mueres: no me robes nunca todo aquello que me entregas"
Hay frío, hay soledad en las palabras que escribo, muerte en las líneas que entierro para siempre en este pergamino. Tú, ángel de luz que naciste siendo mi propia carne, mi propia luz...
Tú, espejo de mi espejo, reflejo de mi reflejo, alma de mi alma, huesos de mis huesos, sangre de mi sangre, corazón de mi corazón...
¿Dónde estás?"
Hay personas para las que no existen las palabras por eso estas mueren antes de ser terminadas... Hay palabras que no están echas para las personas o personas que no están echas para las palabras. Doblo el pergamino por la mitad y tras esto repito la acción para después guardarlo en un cajón que huele a papel, a tinta y a ausencia... El papel en el que descansan, la tinta que las alumbra y su ausencia... La ausencia de quien lleva mi reflejo.
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Elizabeth De Bruym