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Mis manos tiemblan, mi pulso acelerado agita mi cuerpo, la angustia me presiona el pecho y no me deja respirar. Tomo aire intentando llenar mis pulmones. Un agudo pitido me ensordece y mi vista se nubla... Me apoyo en la rugosa pared dejándome caer lentamente al suelo. Todo me da vueltas y el sudor humedece mi piel. Cierro los ojos para lograr controlar el mareo y las náuseas. El cansancio y el sueño comienzan a hacer mella en mí. Mis párpados se relajan y apoyo mi frente en la pared dejándome llevar. El frío me hiela y rasga mi piel, mi mandíbula tiembla y mi respiración se agita. Intento entrar en calor abrazándome a mí mismo, pero el frío de la soledad, el que siento por dentro, es aún más fuerte. Me arrincono en la oscura esquina de la mugrienta pared conjurando en mi mente mi hogar... El calor del fuego de la chimenea, mis niños a mi alrededor escuchando mis historias... Tanto vacío... me siento huérfano...
Prófugo del olvido, olvidado en la memoria de un pasado que se pierde en una memoria difusa... Una vez, mi mano sostuvo una varita, una vez me sentía capaz de cualquier cosa, pero hace ya mucho tiempo que la magia me ha abandonado. Pero aún hay algo que mantiene una luz en mí, algo por lo que lucharé mientras la vida no me abandone.
La cruel tortura de yacer encerrado tras los fríos barrotes de una obscura y solitaria prisión, me atormenta... Siento el inexorable paso del tiempo sin ni siquiera darme cuenta de que existo.
Muero a cada instante, a cada segundo de mi tiempo perdido...


"Morí el día en que me separaron de ellos..."
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Una caricia... la sensación de sus dedos en los míos. El contacto de su cálida y suave piel rozando la mía. La presión de su mano haciéndome saber que nunca estaría solo. El sol brillando a sus espalda dando brillo a su oscura melena, sus verdes ojos fijos en los míos sonriéndome con el fulgor de su mirada. Sus labios curvados en una perfecta sonrisa. La fina piel de su rostro, blanca y perfecta como la fría porcelana.
Llevo mis dedos hacia su mejilla y la acaricio con suavidad. Ella cierra los ojos al contacto con mi piel, entreabre los labios dejándose besar por mi aliento. Posa su mano sobre la mía dejándome sentir su calor.
Abre los ojos, eleva su mirada. Me acerco a ella despacio sintiéndola cada vez más cerca. Su respiración contra la mía, sus ojos siguiendo los míos, mi mirada fija en sus labios, allí donde residiría mi mundo.

Ella, cada vez más cerca de mí, el paraíso a mi alcance... Poso mis labios en los suyos y entierro en ellos un beso inmortal. Un beso que me hace ver todo un futuro a su lado, un beso que me vuelve imperecedero, un beso que me da la vida... Pues todo es ya en recuerdo y el sabor de sus labios aún perdura en mí.

"Teníamos demasiadas cosas por vivir..."
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 Recuerdo la melodía que acompañaba sus sonrisas... aquella que podía acariciar con mis dedos, la que corría por mis venas y se transformaba en música. Me sentía dueño del mayor poder cuando estaba a su lado, y es que ella, me lo dio todo.
¿Por qué soñar que soy un preso de la soledad cuando puedo soñar que estoy a su lado? ¿Por qué no soñar que soy libre? ¿Por qué no soñar que puedo abrazarles de nuevo?

"¿Cuándo me abandonará esta cruel agonía? ¿cuándo dejará de presionarme el pecho este fuerte dolor?" Pienso mientras las lágrimas huyen de mis ojos precipitándose al mugriento suelo.
Me fijo en mi traje, ese traje que me identifica como lo que soy, un prisionero atormentado que lucha contra la soledad y el vacío cada día que mi tiempo me mantiene vivo.
Un traje raído y sucio cuyos rotos dejan ver mi envejecida y magullada piel a través de ellos. Las heridas y cardenales producidos por el rasposo y tosco suelo me duelen y, numerosas cicatrices la surcan dejando su marca en mi carne como si de un viejo libro cuya tinta se borra se tratase.
Me siento como un niño que olvidó jugar... un niño solitario, castigado, abandonado...
Mis fuerzas flaquean cada día. Mi única compañía son las voces de los demás presos, los gritos de angustia que se escuchan arrastrados por el eco. Los pasos de los Aurores que vigilan la prisión me hacen saber que aún hay esperanza, que aún hay luz en este mundo de sombras. Y, sobre todo, ellos. Esos Aurores que son las luces de mis pasado.

"Somos marionetas de un tiempo que nos maneja a su antojo Sé que, algún día, el tiempo me devolverá las horas perdidas."
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Cierro los ojos, veo la misma oscuridad que me acongoja cuando los tengo abiertos...
Busco en mi memoria difusa, escudriñando en mis recuerdos.
Un pasado iluminado por la alegría... Mi mente viaja a un cálido día de agosto, con sus brillantes ojos fijos en los míos. Mi mirada desciende un poco más para encontrarse con su perfecta sonrisa. Solo existíamos ella y yo, y un largo camino que recorrer agarrados de la mano. La luz de las velas iluminaba su clara piel y el blanco velo la hacía aún más hermosa. Su inmaculado vestido le concedía un halo mágico, jugando con las luces a su alrededor. No parecía real... Parecía un sueño, un espejismo alimentado por la imaginación, una quimera...
Miles de palabras, miles de miradas, miles de frases calladas, y mi mundo girando en torno a ella. El anillo en mi mano. Tomo la suya con delicadeza. Acaricio su fina y suave piel. Deslizo el anillo poco a poco hasta coronar su dedo enlazando para siempre mi alma en la suya. Toma mi mano entre las suyas. Las palabras suenan dulces en su voz... Siento que siempre estaré a su lado. Una frase. Silencio... Su voz rompiéndolo.

Espero mi turno. De nuevo esa frase... y rompo la calma... Respira emocionada. Las lágrimas bañando sus ojos. Yo, sintiéndome orgulloso. La multitud irrumpiendo en vítores y aplausos. Nosotros sellando nuestro amor para siempre en un beso inmortal. Pétalos de rosas cayendo sobre nosotros, lágrimas y sonrisas de emoción... la felicidad en la palma de mi mano.

"Estamos separados por un tiempo que no nos pertenece."
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Abro los ojos. De nuevo en la oscuridad, de nuevo, en la soledad... Escucho ruidos... sonidos y voces arrastradas con eco por el viento, irrumpiendo en el silencio de la prisión, viajando por el oscuro espacio. Escucho pasos, una luz ilumina el pasillo. Voces, alguien arrastrando los pies... parece que le guían hasta las celdas.
Una voz rasposa y sarcástica resuena en la prisión. Me acerco a la verja que me encierra e intento ver lo que sucede en el oscuro pasillo iluminado por la luz de la varita de los Aurores que vigilan la prisión desde que lo impuso Kingsley.
Agarrado a los fríos barrotes de la verja veo como los Aurores empujan a un preso a la celda que hay junto a la mía. Mi respiración se agita. Algo me hace pensar que ese prisionero viene de la sección de alta seguridad.
-Esas cadenas son tu agonía en este mundo, aquí te pudrirás como el resto de despojos que se encuentran aquí presos.- Escucho decir al Auror. -Despojos...- susurro con miles de pensamientos en mi mente.

-El mundo se sumirá en un caos mucho mayor.- Escucho susurrar al preso con una voz fría y escalofriante cuando los Aurores se marchan. Mi pulso se acelera. Mi respiración sigue agitada... Me dejo caer al suelo sin soltar los barrotes para ayudarme de ellos. Su voz... Cierro los ojos intentando contener mis nervios y recordar a quién pertenece esa gélida voz que ya creo haber oído.

"Soy una marioneta rota, un títere del tiempo, un fantasma condenado a vagar en mi pasado..."
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Desde la noche de ayer, el sonido de la respiración y los quejidos de un preso, se han convertido en el sonido que rompe mi silencio... La celda vacía que había a mi lado, ahora está ocupada por alguien cuya voz me produce escalofríos. Los pasos y murmullos de los Aurores se han intensificado, al igual que la vigilancia, y todo por el lugar que ahora ocupa el prisionero. Intento ocultarme en la oscuridad de mi celda. Siento miedo...
-Siento las ganas de despedazar la ignorancia que enumera argumentos inútiles...-susurra el preso de la celda contigua, con voz ronca, mientras el sonido de sus cadenas se oye en medio de aquel silencio, que no era en sí un silencio corriente, pues se oía más ruido que en la antigua celda donde se encontraba antes. Escucho su ronca voz, y el arrastreo de las cadenas que le apresan... Sé que fue trasladado de la zona de alta vigilancia, por eso los Aurores han reforzado la supervisión del pasillo. -No sé cómo aún podéis respirar...
Suelta una risa sonora tras las palabras pronunciadas en solitario, en su despertar. Yo, escucho su macabra risa resonando en la prisión. Me sentía solo, muy solo antes de la llegada de... el nuevo prisionero, pero ahora, preferiría esa soledad y ese silencio antes que las voces y gritos del reo... Pues otros muchos presos ocupan las celdas del largo corredor, pero ninguno tiene ya ganas de hablar ni con la soledad.
Llevo mis piernas contra mi pecho y apoyo los codos sobre las rodillas refugiando mi rostro entre mis manos.

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