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Por fin había llegado la Luna Nueva. El ritual era necesario una vez más.

La costumbre de realizarlo, había mermado el asco que me daba tener sangre impura en mis labios. ¡Maldito maleficio!

Más que la sangre, disfrutaba ver los ojos desorbitados  de mis victimas a causa del terror que irradiaba su próximo paso a otra vida. Sus gritos y lloriqueos en perfecta armonía, era la melodía más encantadora que se pudiese escuchar.

Ese día estaba amaneciendo muy lentamente. Las calles todavía estaban oscuras. Y a pesar del frío que reinaba en la vieja región nórdica, alguno que otro errante comenzaba su diario vivir por las estrechas callejuelas del lugar.

Mis pasos se dirigieron hacia un lugar en donde el dolor estaba presente con cada visitar realizada.  El camposanto del pequeño poblado era uno de los más antiguos, pero no por eso dejaba de ser asediado por las personas que buscaban un perdón o simplemente, una reconfortante cercanía con el ser amado ya desaparecido.

Eran vivos con alma en pena.

Y era ahí el lugar en donde encontraría a la víctima de mi sacrificio. Una joven, que por lo que me contara el velador, había perdido a su esposo e hija en una forma muy extraña. El fuego había consumado su hogar mientras ella estaba de vacaciones con unas amistades. Al darme más información del hecho, las características que señalaba diría que había magia de por medio.

-“Debo ser caritativa y aminorar su pena” –Dije con sorna y risa irónica.

Unas monedas fueron el pago de aquellos datos. Y fue así como aquella pobre mujer que no se perdonaba que mientras ella reía y bailaba, su familia lloraba y sufría una horrenda muerte, se convirtió en una más que descansaría en ese camposanto.

Ya hoy, acababa de cumplir una vez más mi ritual. Colocaba el Cáliz en su respectivo nicho del sótano mientras la duda que a raíz de las pruebas Aeternas había surgido, y que no abandonaba su sitio desde entonces.

Debía encontrar un sustituto para el Ritual.

Por mi padre sabía que no existía forma alguna de revertirlo. Eso me molestaba sobremanera. ¡Tenía que haber una forma!

-¿Pero cuál? –Dije en alto dando una patada a la pared.

Me volví hacia el cuerpo inerte y sin vida de la joven pelo rojo que yacía tumbada en el frío piso de piedra. Me acerco y le doy vuelta con mi bota. Tenía una expresión de terror en su rostro y sin embargo, sus ojos eran de paz y calma.

Con asco pienso en que eso es algo que nunca podré entender de los estúpidos muggles. Su conciencia era demasiado para ellos. Seguro le había tenido miedo de morir pero le daba paz reunirse en otro mundo con su familia…la familia que era su felicidad desde tiempos inmemoriales.

De repente, algo iluminó mi mente. Ladeo mi cabeza esbozando una sonrisa triunfal. Eso era. La familia. Debía remontarme a tiempos pasados hasta el día en donde se creó la maldición y asi podría encontrar la respuesta a mi acertijo.

Este ritual databa desde el reinado de la abuela de mi bisabuela:  Lady Genevieve, Condesa de Auberon. O por lo menos, eso era lo que decía mi padre.

Subí unos cuantos escalones al recordar que cuando estaba de estudiante, había querido hablar con los muertos para matar mi aburrimiento. De entre el cementerio de libros que tenía en aquel sitio, tomé un cuaderno con el que en su momento trabajaba para llevar a cabo ésta misión. Pero el proyecto quedó a medias por falta de información. Lo había retomado para deshacerme de una buena vez y por todas del fantasma de mi madre que siempre llegaba a fastidiar todo. De ahí que cruzara a mi lechuza Umbra con la ayuda de Aby. Era parte del ritual en el que trabajaba. Pero ahora todo había cambiado.

Con el libro en donde tenía los apuntes, volví a la parte baja de la mazmorra. Esto podía ayudarme, pero necesitaba más información al respecto y sólo había un lugar en donde hallarla.

Me acerco de nuevo a mi victima. Saco mi varita y con un hechizo, la convierta en una estatua de polvo.

-¿Quién diría maldita y patética muggle, que tú me darías la respuesta? Serviste de mucho, insulsa –Digo con ironía.

Hago un pequeño remolino con mi varita y las partículas de polvo volaron por el lugar.

Más pronto que tarde, tendría en mi poder la forma de sustituir el Cáliz. No podía darme el lujo de que algún día no lo tuviese y no poder cumplir el Ritual.

-Debo saber…debo saber


Y con rapidez desaparezco del oscuro lugar.

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