Fics Spanish HP Fakes

Hace ya tiempo que el sol ha decidido esconderse, pero en el taller de juguetes siempre hay luz suficiente para dibujar. Por el suelo en el que estoy sentada, hay un montón de ceras de colores, la mayoría partidas porque hago demasiada fuerza fuerza cuando trato de colorear, y al apretar sobre el papel solo consigo romperlas. Las puntas tampoco están bien afiladas, ya que de eso, se ocupa mi padre. Ahora, mientras yo pinto en el suelo, él está fuera, en la tienda. La puerta está un  poco entreabierta, siempre lo hace para tenerme vigilada, aunque de eso ya se ocupa el gato que, tumbado en el poyete de de la ventana, me observa con sus grandes ojos dorados. Me yergo un poco y me froto la nariz con el dorso de la mano, no porque tenga las manos manchadas de cera, no, a mí mancharme me da igual y nunca reparo en eso, sino porque lo hago sin dejar de rodear firmemente con mi mano la cera de color azul, o lo que queda de esta, con la que he pretendido pintar un bonito cielo. Pero con expresión crítica, observo el dibujo. El cielo que yo veo no tiene rayas diagonales, verticales, y horizontales cruzadas entre sí sin ningún orden ni ceremonia, y me siento frustrada porque yo quería regalarle el cielo a él, a mi padre... El hombre más especial del mundo, porque no solo es el que me quita el miedo cuando hay tormenta, el que que me cura las heridas, y el que me causa tantas sonrisas. También es el que hace mis juguetes, pues eso es él: un creador de juguetes.


Inflo los mofletes gordinflones llenándomelos de aire, evaluando ese dibujo, y luego suelto el aire haciendo un ruido que que se parece al de un globo desinflándose. Suelto la cera azul y busco una más oscura. Me tumbo bocabajo en el suelo con con los codos apoyados en este, y mordiéndome la lengua que me asoma entre los labios, escribo poco a poco y con letra lo más clara posible, escribo: "Felicidades, papi"


Cierro la juguetería y entro a la trastienda. Me apoyo contra el marco de la puerta. Ahí bocabajo tumbada en el suelo mi princesita parece dibujar algo. Me acerco, con esa sonrisa que ella enmarca en mis labios. Detrás de ella, digo: 
   -Ever...Ya he cerrado


Cuando noto que has entrado, tapo el dibujo con mi propio cuerpo, escondiéndolo debajo de mí. Te miro. Tengo la cara llena de manchurrones del tinte de las ceras. Sonrío con gran felicidad.
   -¿Ya? -exclamo con una sonrisa-.


Me siento en el suelo, sobre mis piernas cruzadas. Te miro, esa carita manchada, esos ojitos llenos de brillo:
   -Si, ya he  cerrado.



Con cuidado de que no veas mi dibujo, me siento en el suelo sobre mis piernas cruzadas, y pongo el folio bocabajo
   -¿Vamos a casa ya? Tengo hambre... -digo, pasándome la mano por la barriguita



   -Vamos a casa, princesita. 
Me pongo en pie y espero a que me sigas. Sé que escondes algo, por eso no te cojo  en brazos



Sonriendo, me pongo de pie, escondiendo detrás de mí mi dibujo
   -¿Que vamos a cenar, papi?




Te miro y acaricio tu cabeza
   -Ensalada de pasta...Hmmm que rica




Tuerzo la nariz. Sí, qué rica, pero me gusta más el pollo, la carne, las cosas con mucha salsa... Me de tu mano y te sigo hacia la escalera, una vez hemos salido de la trastienda




Río, empiezo a subir la escalera despacio para que me sigas 
   -La ensalada es muy sana, chiquitina




   -¡Y las salchichas también! -digo sonriendo, subiendo contigo, y esperando a que abras la puerta cuando llegamos arriba.




Abro la puerta para darte paso y enciendo la luz
   -Tienes que lavarte las manos mientras que pongo la cena ¿de acuerdo? -Elevo las cejas.




   -Jo... -protesto y voy corriendo hasta el baño sin que veas el dibujo que llevo detrás de mí.





Río y me dirijo a la cocina. Antes de que salgas del baño ya he puesto la mesa y servido la cena 
   -¡Ever, la cena! 



Me espero a que las manos estén bien secas, pero como estoy impaciente, cojo el dibujo por una esquina, la  cual mojo un poco. Salgo con una sonrisa. La cena está ya servida y tengo mucho hambre, pero antes de nada me pongo delante de tí con las manos a la espalda. 
   -¿En qué mano das? -sonrío, traviesa-


Miro a tus manos, tan pequeñas, tan perfectas. 
  -A ver... -Hago como que pienso y señalo tu manita derecha-. ¡Aquí!




No sé por qué, pero siempre aciertas. Con una sonrisa, algo tímida, porque no estoy muy conforme con como me ha quedo el cielo, saco mi dibujo. 
   -Feliz Día del Padre... 





Ese cielo,del color de tus ojos.Esas lineas que han dibujado el cielo más hermoso que mis ojos puedan contemplar Es el más perfecto porque tú lo has creado.
   -Mi niña... -Lo cojo con extremo cuidado, como si fuese una joya valiosa y única-. Es el dibujo más bonito que he visto nunca


   -¿Si? -digo, alargando mucho la "I", porque no me lo puedo creer-. Pero mira que cielo, papi... -lo señalo.




   -¿Qué le pasa? -Pregunto sin dar importancia a esos rayajos.





   -Que el cielo no tiene rayas, papá... Y el mío sí -digo con gesto triste.





   -¿Eso? -Hago una mueca con los labios y dejo el dibujo en la mesa para alzarte por debajo de las axilas hasta dejarte sobre mis rodillas-. ¿Sabes una cosa?




 Niego con la cabeza, despacio.





   -Lo importante es el esfuerzo -Te miro a los ojos, me emociono nada más hacerlo-. Y tú te has esforzado ¿verdad? 




   -Sí, mucho... -digo, enseñándote mis dedos. Uno de ellos tiene una rozadura-. Mira...





 Satisfacción y dolor, cuando me muestras ese dolor que has recibido para brindarme una inmensa felicidad. 
   -Pupa... -Llevo tu pequeño dedito a mis labios y lo beso repetidas veces-. ¿Se pasa?



 Sonrío cuando me das ese besito. Ese beso cura más que cualquier cosa del mundo.
   -Si... Pero no me duele ya.




   -Me alegro. Ever, el cielo no tiene rayas, pero se puede pintar de cualquier manera.





   - ¿Estás seguro, papi? -pregunto.





    -Papi siempre esta seguro de todo. ¿A que cuando te pones malita papi te da una cosita y te pones bien? -Sonrio. 




Asiento con la cabeza
   -Sí, siempre... Pero porque tú haces magia, como con los juguetes -sonrío.




   -No Ever, no hago magia, es porque los papás sabemos todo... -Río ante tus palabras





   -Pero además, también haces magia... -sonrío feliz y orgullosa. Yo también la he hecho a veces, sin querer.




   -Si, ¿sabes cual es la mejor magia aparte de la que yo hago? -Acaricio tu cabello.





Apretando los labios niego con la cabeza, inflando los mofletes.





   -La del amor...Y tú tienes mucho aquí -Pongo las yemas de mis dedos en tu pecho-. Por eso suena tanto tu corazón.




   -¿Sí? -pregunto, haciendo una mueca de sorpresa- ¿Es por eso?





   -¡Claro que si! Mira -Acerco tu manita a mi pecho-. ¿Cómo hace?





   -Pum, pum... -digo, y luego río jovialmente.





   -Cada latido es un te quiero para ti -Tus ojos delatan sorpresa por todo lo que te cuento.





Abro mucho los ojos, sorprendida. 
   -¿De verdad?




  -Si...¿Me dejas escuchar el tuyo? Quiero saber cuanto me quieres -Digo emocionado deseando escuchar los latidos de ese corazoncito que tanto amo. 




   -¡Si! -digo, esperando a que pongas tu mano en el centro de mi pequeño pecho.





Poso la palma de mi mano en el centro de tu pecho y ese latido golpea con suavidad pero fuerza la palma de esta
   -¡Bum! ¡Te quiero! ¡Bum! ¡Te quiero! -Río-. ¡Mira cuánto me quieres!



   -¡Ya lo sabía! -digo con una algarabía que vibra en mi pecho. Salto hacia ti, rodeándote con mis cortos brazos y beso tu mejilla, en la que hay una leve barba incipiente-.¡Te quiero mucho, papi! ¡Muchísimo! -te beso más.



   -¡No más que yo a ti, princesa! 
Pues quererte es tan fácil como respirar

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