
Dana: Angela se ha ido a la cama temprano. Desde que discutimos el otro día, apenas cruzamos palabras. Ella sigue sintiéndose dolida, y yo no quiero forzar la situación. Todos esos pensamientos son como una especie de tormento para mí. Un tormento contra el que no sé como luchar. Después de recoger la vajilla de la cena, me dirijo a mi dormitorio, para recoger y ordenar algunas cosas. Por esa razón, cojo la sombrerera de cuadros que tengo en lo alto de mi armario, caja de secretos y archivo de recuerdos, en la que han quedado tantos retazos de mi memoria. En ella, tengo previsto guardar algunas cosas, esas cosas de las que, tras hacer limpieza, quieres deshacerte, pero de las que no puedes desprenderte. Un juego de pendientes anticuados que me compré en Turquía, Un llavero de fieltro sucio y desgastado, un pequeño objeto de peltre... Recuerdos. Retales de una vida cuyas costuras, he reconstruido tantas veces. Dejo la sombrerera sobre la cama y me siento en el borde de esta. La abro, y sonrío al mirar aquellos pequeños trozos de memoria. Entre ellos, destaca una caja de música, de madera taraceada... Se me aparece una sonrisa, triste, pero amarga al mismo tiempo, nada más verla. Y mi mente, recupera de la lejanía de un día de marzo, ese Día del Padre del año 1997. El último Día del Padre que pasé con mi padre, Evan Salem
Y como por arte de magia... Me convierto en una niña de 10 años, que busca a su padre en el jardín

En Salem, Massachusetts, el sol brilla con inusitado brillo. Su luz dorada, se desborda por el suelo, que, atravesando los grandes ventanales del salón, parecen bailotear por este. Con gesto preocupado, camino apresuradamente con un veraniego vestido blanco con motivos rosados, recorriendo mi casa hacia el jardín trasero, cuya puerta está ubicada en la cocina. En este, mi padre suele sentarse cada mañana a leer. Y aunque siempre le necesito, hoy me hace más falta que nunca. Y allí le encuentro, con el ceño levemente fruncido, en esa seria expresión que adopta siempre que lee, con el tobillo sobre la rodilla, la mano en la barbilla, el codo en el reposabrazos de la silla de forja, y las gafas de lectura con las que escruta con avidez el libro que sostiene en la mano izquierda. Me acerco a él, con una sonrisa, pero con tristeza, y cuando estoy junto a mi padre le muestro la caja de música que llevo en las manos
-Mira, papá... Se ha roto...
Evan: El tintineo de la dulce voz interrumpe mi lectura, en la que yacía enfrascado con tanta concentración que apenas me doy cuenta de lo que sucede a mi alrededor. Al alzar los ojos por encima de las gafas, me encuentro con las blancas manos de mi pequeña sosteniendo su caja de música. Rota. Su vestido de tela suave se mece con la brisa al igual que sus hermosos cabellos rojos cuando poso mi mirada en la suya. Tan triste que me parte el alma. Cierro el libro y lo dejo a un lado.
- Nada que no tenga arreglo, ¿verdad, Dana?
Dana: Sonrío. Es una lección que siempre me has enseñado. Todo, o casi todo, tiene solución
-Por eso he venido a buscarte, papá -sonrío.- ¿Crees que podrás arreglarla?
Evan: -Veamos...
Murmuro entrecerrando los ojos y manteniendo el ceño fruncido cuando me pongo en pie y llevo mis manos a la caja.
-¿Se te ha caído?
Dana: Me da un poco de vergüenza decirlo, porque debió ser una caja muy cara, pero lo admito
-Fue sin querer...
Evan: No puedo evitar sonreír cuando escucho esas palabras. Qué inocencia la de los niños excusando cualquier nimiedad con un "fue sin querer" que casi siempre nace con timidez y duda.Por encima de las gafas, poso mis ojos en los tuyos, que parecen dudar si mantenerme la mirada o no.
- Mi pequeña Dana no iba a tirar su caja aposta...-Te guiño un ojo antes de dejar una caricia en tu suave pelo.-
Dana: Río por tu gesto, sonriendo, y ya más tranquila
-Claro que no, papá... -Miro la caja.- ¿La podrás arreglar,entonces?
Evan: Cojo la caja alzándola en alto para verla a la luz pero, más bien, para fingir más gravedad de lo que ha resultado el golpe.
- Suavizar la madera, colocar la bailarina, reparar el cristal... -Curvo mis labios hacia abajo cuando te miro.- No es mucho, ¿no? -Digo sabiendo que, quizás, así dicho, te lo parezca.
Dana: Te miro dubitativa
-No... -Murmuro, sin ningún convencimiento.- Y todo eso... ¿es fácil?
Evan: Río porque esperaba una respuesta así.
- Ven, Dana... -Te tiendo la mano sin soltar la caja con la izquierda.
Dana: Me cojo de tu fuerte mano. Toda tu fuerza es mi fuerza, porque somos iguales: nacidos para amar.
Evan: Con el césped crujiendo bajo el peso de mis pies, te conduzco por el jardín sintiendo tu mano fundida con la mía como si fuera una sola.
-Todo lo que tú quieras que sea fácil lo será... -Digo mirando al frente.-
Dana: Me gusta tu sonrisa. Tu fé. Tu confianza. Tú. Una sonrisa tan pura como nuestro amor, me brilla en la cara, tanto como el sol brilla sobre ti.
-Tú haces que todo lo parezca, papá...
Evan: Mi sonrisa se mantiene incluso cuando detengo mis pasos bajo la sombra del árbol hasta el que te he llevado.
Dana: A la sombra de aquél árbol protector de nuestro jardín, me quedo mirándote, sin soltar tu mano. Te miro esperando a que me digas lo que me querías decir
Evan: -Eres tú la que podría conseguir lo imposible, Dana. -Pellizco con suavidad tu mejilla.- Solo con esa sonrisa, ya lo logras todo.-Apoyado en el tronco, me siento al pie del árbol con las piernas cruzadas y la caja en el suelo.
Dana: Sonriendo, me siento a tu lado, con las piernas cruzadas
-¿Sabes? eso es lo que yo pienso de ti -te miro orgullosa.
Evan: Orgulloso. Orgulloso me siento de cada palabra. Orgulloso de ser tu padre porque por ello existes. Tragando con fuerza para deshacer mi emoción, bajo la mirada a la caja y me ajusto las gafas antes de frotar mis manos dispuesto a arreglarla junto a ti.
-Hagamos que lo imposible se nos quede pequeño.
Dana: Tu emoción no ha pasado desapercibida para mí. Es lo que ocurre cuando el amor entre un padre y su hija es tan fuerte como el nuestro: que no podemos escondernos nada, que no hay secretos. Te dedico mi más pura y sincera sonrisa, la más feliz de todas, esa que solo nace de mi alma cuando te sonrío a ti o a mamá
-Hagámoslo
Afirmo, me apoyo en tu protectora fuerza, con mi mejilla sobre tu hombro, observando como haces que lo imposible se nos quede pequeño.

Las lágrimas ruedan por mis mejillas cuando vuelvo al presente. Mi padre arregló esa caja de música, la cual ahora, abro para escuchar su sutil melodía, ese Canon que tantas veces he escuchado... Pudiste arreglar esa caja de música, pero no hemos podido hacer posible lo imposible: volver.
Nota del Autor: Mis agradecimientos a @SilenceSectret_ por interpretar a Evan Salem en este rol.
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