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Julien: Con la barra de pan en la mano, salgo corriendo por la calle rumbo a casa. Mathilde, la floristera de la esquina, me ha dado una flor para mi madre. Ella solo me deja ir de casa a la panadería y de la panadería a casa, porque está justo al lado, pero hoy me he escapado para hacerle un regalo. Ilusionado, subo corriendo hasta llegar y llamar a casa.

Marlene: Dejo sobre el sillón la costura que estoy haciendo, y camino hacia la puerta mientras miro el reloj. Debe ser mi pequeño Julien, el cual ha ido por el pan. Abro la puerta, sonriente por verle otra vez, aunque hace apenas unos minutos que se ha ido.

Julien: Tu sonrisa ya es lo que me hacía falta para sonreír aún más. No sé qué darte primero, si el pan o la flor... Pero hoy es un día especial y no te enfadarás conmigo por haberme ido un poco más lejos- ¡Felicidades, mamá! -Exclamo entonces tendiéndote la bonita flor, aunque tiene el tallo algo doblado por la carrera.

Marlene: Al ver aquella flor en tu pequeña mano, siento una profunda emoción. La emoción que solo una madre puede sentir cuando su hijo le entrega su inocencia en tan delicado y dulce regalo. Me llevo la mano izquierda al centro del pecho, mientras cojo la flor con la derecha- Oh, Julien... ¿para mí?

Julien: Asiento con la cabeza repetidas veces sin poder evitar mi sonrisa.- ¡Para ti, mami! -Me abrazo a ti, sin importarme nada más que tú.- Se me ha roto un poco... Pero huele igual de bien...

Marlene: Oh, mi niño... -murmuro con la voz rota. Acaricio tu cabello mientras llevo a mi nariz los pétalos- Qué flor tan bonita, hijo Me agacho un poco, con mis manos en tus hombros- ¿Cómo se llama?

Julien: No sé cómo se llama la flor, por eso, me alzo de hombros.

Marlene: Bueno, entonces... -miro la flor, de un suave tono rosado, y pétalos en forma de cáliz-. Entonces la pondremos uno -te miro sonriendo

Julien: ¿Sí? -Pregunto abriendo mucho los ojos.- ¿Y cómo se va a llamar?

Marlene: Me encojo de hombros, y toco los pétalos, cuya suavidad provocan un cosquilleo agradable que me recuerda al de tus pequeños dedos cuando, tras nacer de mí, me buscate en el dedo al que te aferraste tan desesperadamente-. ¿Cuál crees que sería un nombre bonito para una flor?

Julien: Pienso en un nombre bonito, pero no se me ocurre nada más bonito que tú porque nada se compara a ti. Pensativo, llevo mi dedo a mi boca, sin evitar mi sonrisa.- Marlene...

Marlene: Levanto los ojos, desde la flor hasta tus ojos, aquellos en los que encuentro cada paso que he dado en mi vida. Las lágrimas acuden a mis ojos-. Mi... ¿mi nombre? -me señalo a mi misma

Julien: Asiento con la cabeza vuendo las lágrimas en tus ojos.- Sí, mami, pero no llores...

Marlene: Sonrío, y me seco las lágrimas que aún no he llegado a verter con los nudillos-. Pero mi amor... Estas lágrimas son hermosas, pues son de felicidad...

Julien: Niego con la cabeza y tiro de tu mano para entrar en casa contigo. En la pequeña mesa dejo el pan.- No, mami no se llora, que da pena...

Marlene: Miro entre mis dedos la flor, y hago rodar su tallo entre estos. La flor "Marlene"...-. A veces se llora de alegría, ¿no lo sabías?

Julien: Pero tú no puedes ni llorar por eso... -En el bolsillo de mi pantalón gris, busco el papel doblado que he guardado esta mañana. Es para ti, pero me da miedo dártelo por sino te gusta, ya que es la primera vez que lo hago.- Tengo algo más...

Marlene: Sonrío, emocionada. Dejo la flor dentro de un vaso de agua. Estoy segura de que morirá pronto pues tiene una herida, pero quiero alargar su vida todo cuanto me sea posible. Me acerco a ti, y de cuclillas, cojo tus manos- ¿Y qué es...?

Julien: Nervioso, sintiendo en mi pecho golpes que son más fuertes que yo, te tiendo el papel doblado con la poesía que he escrito para ti. Sé que será una tontería, porque solo tengo seis años y no se me ocurre mucho.- Todos los niños dibujan, pero yo no sé dibujar... -Miro el papel esperando a que lo cojas.

Marlene: Nerviosa, cojo el papel que me entregas, mientras noto como también en mi pecho, un tambor llamado corazón, retumba con un intenso redoble. Aquellas palabras, escritas con la inocente caligrafía de un niño de seis años, componen una bonita rima que alcanza mi corazón como una bala que lo detiene con la muerte que causa el amor. Te miro, y dos lágrimas caen de mis ojos, para suicidarse tras el borde de mi barbilla-. Julien...

Julien: Sonrío porque me parece ver que tú también sonríes aunque no vea ninguna curva en tus labios. Pero antes has dicho que también se puede llorar de felicidad y, aunque no quiera verte llorar, sé que estás sonriendo.- ¿Te gusta? -Pregunto con timidez. Pero no puedo resistirme más a darte un abrazo y lo hago. Doy el paso que me separa de ti y te abrazo con fuerza sintiéndome el niño más feliz del mundo.

Marlene: Te abrazo con fuerza, con tanta fuerza que me quedo sin ellas en los brazos. Con un escalofrío asiento con la cabeza- Sí, mi pequeño... Es lo más bonito que me han regalado nunca...

Julien: En tus brazos, me siento único, diferente, grande aunque sea pequeño, pequeño aunque grande... Haces posibles tantas cosas que no sé si hay algo imposible para ti.- Es que te quiero mucho...

Marlene: Lloro, y no es de dolor. Llorar de alegría es tal vez la emoción más inmensa que pueda experimentar un ser humano. Y tú me has hecho llorar de alegría tantas veces desde que llegaste, que la palabra llorar ya no tiene el mismo sentido. Te he criado sola y nunca me he sentido sola... Porque contigo, ya lo tengo todo, mi pequeño mago de las palabras...

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