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New Appletown es una pequeña aldea semimágica al sureste del condado de Kent.
 Harry James Potter me ha mandado a investigar el reciente suceso de un crimen a una nacida de Muggles que fue asesinada por la Maldición Letal en la madrugada del 19 de Marzo.

 Aquella mujer, Margareth Lovelly, no tenía enemigos. Tenía un pequeño taller de costura en la calle más concurrida de la aldea, y casi todo el mundo la conocía. Cuando llegué a New Appleton, sentí algo dentro de mi, que me decía que algo iba a cambiar. El autor del crimen podía ser cualquiera de los habitantes de New Appleton. Utilizando el hechizo Priori Incantato, pude dilucidar que ninguno de ellos había realizado la Maldición Letal, pero cabía la posibilidad de que alguno de ellos utilizara una varita secundaria para tal fin, enmascarándose tras la limpieza de la suya.

 Por esa razón, y como medida preventiva que todo Auror realiza llegados estos casos, investigué el registro de varitas comparándolos con los nombres de los habitantes, y aunque todas las varitas compradas eran las mismas que tenían, seguía cabiendo la posibilidad de que alguno de ellos, hubiera comprado una varita perdida, robada, o requisada, a cualquiera de los traficantes de varitas, tan propios en estos tiempos entre los pícaros y rufianes.

 Hace apenas un rato, el alguacil y también alcalde la New Appleton, mago sexagenario y amable, ha llamado a la puerta de la única posada de la aldea, donde me alojo. Su semblante, ya auguraba malas nuevas.

   -Han encontrado muerto al hermano de Margareth...

 Me ha dicho. Me puse el abrigo y armada con mi varita, me fui con él al lugar donde habían encontrado al hombre, junto a la vieja catedral.

 Cuando llego, encuentro al maltrecho cadaver entre los arbustos que rodean la fachada de la catedral, por cuyas paredes cubiertas de musgo trepa hiedra. Siempre, a pesar de tantos años como auror, siento la misma sensación al ver a alguien sin vida, por tan terrible crimen. Me acuclillo frente al cuerpo. Su mano derecha aún rodea con firmeza su varita, de unos 28 centímentros, de tilo. Al fijarme en ese detalle, veo su reloj. La esfera está rota, señalando las once y dieciocho minutos.

 Un escalofrío me recorre el cuerpo. Aquél familiar reloj roto, que parecía enterrado en un lejano sueño, y que ahora había regresado desde la eternidad. Empiezo a mirar alrededor del cadáver en busca de la otra señal, y encuentro cerca del cuerpo una negrísima pluma de cuervo. Trago saliva con fuerza y levanto la vista hacia el alcalde.

   -¿Encontrastéis esto también en el cuerpo de Margareth?

 El alguacil se alza de hombros.

   -No sabría decirle. Por aquí hay muchísimos cuervos, señorita Salem, es habitual que haya plumas

 Señala el torreón semi derruido de la Catedral. en efecto, varios cuervos nos sobrevuelan, pero yo sé que no es una casualidad.

   -¿Y el reloj?  - Inquiero. - ¿También estaba roto el reloj de Margareth?

 El alguacil se alza de hombros.

   -Si. Lo estaba. Pero pudo haberse roto con cualquier hechizo...

 Me levanto de un salto. Siento una lejana voz, una voz que creí ya olvidada, y que ahora paecía tan cercana que hasta la sentí corpórea: "Algún día, volveré. Y tú, desearás estar muerta"

 Por un instante, siento que voy a desvanecerme mientras miro el cuerpo sin vida del joven.

   - ¿Se encuentra bien, señorita Salem? -me pregunta el alguacil.

 Yo le miro, pero no sé si llego a verle, pues solo veo un rostro que regresa desde la eternidad de aquellos recuerdos que intenté enterrar en vano. Niego con la cabeza.

   -Debo informar sobre esto al Cuartel General de Aurores. Mientras tanto, que toda la familia Lovelly se agrupe en algún lugar en el que puedan estar protegidos. Enviaré más aurores para que sean protegidos...

   - Pero... ¿Qué ocurre?

   -Corren peligro.

   -¿Es que usted sabe algo más?

 Miro al alguacil. Estoy segura de que si, pero en cambio, digo:

   -Aún no puedo decírselo.

 Me voy del lugar, apesadumbrada. Su voz se repite en mi cabeza:   "Algún día, volveré. Y tú, desearás estar muerta"

  Y ahora, han regresado...

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